Otra vez

   5:35 AM. La alarma retumbó en sus oídos. Suspiró y con mucha pereza se levantó, se cambió, desayunó y partió a la universidad. Otra vez.
   Algebra III a las 10:45 AM, Marcos revisa los correctos y simétricos números. El profesor empezó la clase. Otra vez. Y el tiempo pasó y nada cambió. Una vibración en el bolsillo. “Aurelia” se leía en la brillante pantalla, “Buen día,  ¿donde estas?”. Marcos suspiró una vez más mientras pesadamente respondía el mensaje. ¿Dónde más estaría? Es martes, hoy le gustaría comer carne al horno con puré. Otro mensaje de ella. “Hoy comemos sushi” Sushi, pensó, otra vez, como todos los martes.
   ¿Por qué estaba ahí? Dejo el celular a un lado con algo de rabia y golpeó rítmicamente la lapicera contra un costado de su frente, haciendo que pequeñas campanitas se apoderaran de su cabeza, pero no de sus pensamientos, para acallar los ruidos externos. Por unos momentos viajó a ese paraíso blanco, su mundo de paz y tranquilidad, donde podía conversar con su soledad y sentirse acompañado. Los bullicios quedaban atrás, y ese espacio era reemplazado por el blando sonido del silencio, que se movía como una babosa entre sus ideas, lenta y sin rumbo específico. Como si estuviese delante de un espejo, su otro yo, benigno, lo escucha sin juzgarlo. Ahí él podía ser él, pero el verdadero él. Nadie esperaba nada muy grande, ni que descubriera la cura para el cáncer o que construyera la próxima Torre Eiffel, solo que fuera él. Pero el verdadero él. Pensó profundamente, buscando su propósito en la vida, para encontrar qué era lo que lo había llevada a estudiar arquitectura y no turismo, que había sido su pasión desde chiquito. ¿Por qué nunca había viajado fuera de los límites de su adorada Buenos Aires, si a él lo que lo apasionaba era viajar y descubrir nuevas culturas? 
   “Pasando a la página 71”, continuó el profesor y lo sacudió de su silla. El señor empezó a explicar cosas, de las cuales Marcos debería tomar nota. Eso hizo. Dos renglones más tarde, soltó la lapicera. Se levantó del asiento, llamando la atención de todos. Marcos no llamaba la atención. Ese era su rol, quedarse callado en un rincón y pasar desapercibido, como un fantasma descolorido. Pero no esta vez. Con un paso firme, que sus pies no reconocían, camino hacia la puerta. ¿Cuál era el sentido de vivir una vida sin color?
   Recorrió los pasillos que su memoria conocía a la perfección. Los había transitado durante cuatro años, siempre esquivando a los alumnos de primer año, apurados por llegar a tiempo. Cuatro años pisando las mismas baldosas simétricas y sucias, para darse cuenta, recién en el último año, que la mitad eran azul egipcio, y la otra mitad, azul cobalto. Nunca había reparado en los detalles de las columnas, que parecían talladas por duendes por sus diseños en miniatura. Por un momento, se encontró imaginando ríos que corrían por esas curvas, con flores silvestres en sus orillas. El sol iluminaba estos paisajes casi todo el día, lo que era suficiente para marcar las sombras y reflejos de los ventanales. El sol era tan esperanzador que hasta lograba que los viejos bancos de madera, que databan de 1936, se vieran como recién lustrados. Tal era el brillo, que parecían diminutas gotas de agua que rebotaban en la superficie de madera.  ¿Cómo era posible que se diera cuenta de la belleza que lo rodeaba recién después de cuatro años? Solo recordaba esos sentimientos, de asombro y emoción, en un chico de 18 años, lejano, con grandes expectativas, que cruzó las puertas de esa universidad sin saber que se apagaría y olvidaría lo que significaba la felicidad.
   El aire fresco lo sorprendió. No se acordaba de que el otoño ya casi terminaba. ¿Que haría ahora? Había tantas cosas que se había reprimido. Podía ir a un bar, el primero que encontrase, y tomar un trago, o podía agarrar una mochila, con dos o tres cambios de ropa, e irse en el primer avión que encontrase. Podía gastar todos sus ahorros en un auto deportivo 0 km o en una nueva consola de videojuegos, o simplemente podía ir a comprar un helado de uva, de esos que no comía desde su niñez. Podía hacer lo que quisiese, tenía un mundo de posibilidades abierto ante él, porque siempre pudo, pero nunca se lo permitió. Las opciones le inundaban la cabeza y le provocaban sensaciones que le resultan pérdidas en su memoria, pero que de alguna forma le recordaba buenos momentos, en los que las preocupaciones dejan de ser estresantes para ser especiales. ¿Por qué elegir una sola cosa, si podía hacer todas? 
   El semáforo se puso en verde y le abrió paso a su nueva vida de posibilidades, de elecciones, de emociones y de aventuras. Todo estaba en colores, explosiones de colores. Se sentía como en su mundo blanco, pero rodeado de colores y alegría. Estaba a punto de cruzar la calle, de dar el gran paso, cuando un ruido le derrumbó la perspectiva. Aurelia, se leía en la pantalla. “Marcos, es tu mama, está en el hospital, tuvo otro ataque”
   No necesitó nada más. Volvió tranquilo a su asiento, el de todos los días, y miro al frente. Una vida de colores podría ser interesante, llena de locuras y desafíos, pero una vida de blanco le proporcionaba una estabilidad única e invariable. Puede que su pulso no volviera a alterarse por el resto de su vida, o que su aliento no se entrecortara con la vista de un paisaje irreproducible, pero la seguridad de su rinconcito blanco lo retenía como a un imán. Agarró su lapicera y continúo tomando apuntes. Otra vez.


   Aunque escribir cuentos no sea lo que más me guste, admito que disfrute lo complicada que fue esta tarea. En literatura, la profesora nos propuso escribir un cuento, basándonos en la descripción de 20 palabras de un objeto con el nos sintiéramos identificados. Una vez en grupo y con el objeto seleccionado, nos pusimos a escribir. Es muy curiosos pensar que mi cuento salió la descripción de un a lapicera y como esta "se despegaba del papel". Nuestra idea principal era adentrarnos en la vida tediosa de un chico que vivía en base a su rutina, sin salirse del "renglón" o, mejor dicho, de lo conocido. Una vez que hubiéramos escrito dos o tres párrafos, nos tocaba compartirlo y escuchar las recomendaciones de nuestra profesora y compañeros. A partir de acá, nos tocaba seguro individualmente. La parte complicado, sin embargo, llego cuando la profesora nos pidió que para la continuación de nuestro relato, utilizáramos alguna técnica propuesta en alguno de los capítulos de "El arte de la ficción", de Lodge. Personalmente, elegí el capitulo 20, "La prosa retorica". Este hablaba de la repetición y de las aliteraciones, ambos recursos que intente utilizar en mi relato. 
   En mi cuento era esencial remarcar la rutina y lo pesada que era para Marcos. Para esto, utilice la repetición en la frase "Otra vez". Se la puede encontrar en el titulo, cada vez que se habla de la vida cotidiana, de Aurelia y en particular, al final. Elegí en especial esa frase porque hace hincapié en la idea principal. También, utilice oraciones cortas para marcar la precisión de sus acciones, dado que esta acostumbrado a hacer las mismas cosas todos los idas. Por otra parte, utilice la aliteración en el tercer párrafo, con el sonido "B". Este se pude ver en palabras como blanco, bullicios, blando, babosa y benigno, que hacen referencia al subconsciente de Marcos. A través de la descripción, se pude ver como este mundo en el que el protagonista se esconde es básico, plano, uniforme y sin ningún tipo de emoción, lo que nos lleva a la idea de que Marcos se olvido de sus sentimientos ya que su rutina penetro tanto en su vida, que actúa como un robot, sin siquiera pensar en lo que hace.
   Otro elementos que decidí usar fueron la descripción casi poética e intensa del pasillo de la universidad. No está acostumbrado a sentir cosas más allá de lo que su rutina le demanda, por eso cuando se da un respiro, todo es mucho más vivo. Esta falta de sentimientos también se puede observar en el rol que Aurelia cumple en su vida. El no siente nada por ella, hasta se podría decir que hay veces que no la soporta, porque ella lo reprime, pero está en su vida porque su rutina así lo exige. Por esto, al final del cuento, cuando Aurelia le avisa que su madre esta intercalada por otro ataque, Marcos recuerda su rutina, ya sabe lo que va a pasar, porque siempre es lo mismo, y su rutina lo acostumbro a no tener sentimientos por eso. 
   Desarrolle varias imágenes, pero, mi favorita fue la del semáforo. Este cambia a verde y le da la posibilidad de seguir experimentando lo que hasta ese momento no se permitía disfrutar. Pero el miedo a lo desconocido puede más, y no se atreve a averiguarlo. Aproveche este objeto debido a la utilización del color, que se opone al mundo monocromático al que Marcos se escapa. Es por esto, que el cuento lo describe como "un fantasma descolorido". A su vez, otro elemento que me ayudo a transmitir el mensaje fueron las preguntas retoricas, que hacen hincapié en la falta de toma de decisiones de Marcos. La duda que marcan estas preguntas son el deseo de cambiar, pero el hecho de que no haya respuesta, demuestra que Marcos no se anima a dar el paso siguiente.
   Personalmente, me pareció una actividad interesante, desde como la encaramos, hasta el resultado final. Siempre tuve ganas de escribir un cuento que se asimilara más a la realidad y que, por lo tanto, no tuviera un final "feliz". Descubrir a Lodge, también fue una satisfacción. Fue un desafío, ya que le estaba poniendo límites y objetivos a nuestra creatividad, pero nos marco el camino a un cuento más sofisticado. Lo más interesante de esta experiencia, en mi opinión personal, es de como con la misma base de un cuento, cada uno lo apunto a lados totalmente distintos. Por ejemplo, en mi cuento prevalece la estructura, no el contenido o la extensión. Cualquiera que lo lee puede observar una historia mucho más profunda que lo que la palabras explican, lo que abre las puertas a la reflexión personal. ¿Estaremos desperdiciando nuestras vidas por una rutina controladora?

Comentarios

  1. Macarena:
    es realmente un placer ver el resultado de ese proceso creativo que vos misma describís en el comentario. La versión final del relato me parece lograda: se puede observar el trabajo sobre el lenguaje, la búsqueda de esa prosa poética; al mismo tiempo, la narración fluye muy bien, se lee sin dificultades y con interés.
    Pero este placer estético se redobla y se diversifica al leer tu comentario. Como docente, no puedo más que celebrar el trabajo metacognitivo que supone la reflexión que presentás sobre cómo lograste resolver las dificultades que imponía la consigna y el aprovechamiento que hiciste de la bibliografía sugerida.
    Para otras cuestiones menores, algunas dudas y sugerencias, ya tendremos la oportunidad de una charla personal.

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  2. Maca:
    Felicitaciones tu trabajo es maravilloso, cómo plasmás tus ideas, la capacidad para reflexionar sobre lo escrito. Fue un placer leer esta presentación de tu blog.

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  3. Un placer leer tu cuento y tus reflexiones, Maca.
    ¡Vamos por una vida de colores!

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