Caperucita de negro

El miércoles 19 de Octubre el país se tiñó de negro. Las mujeres salieron firmes a las calles a protestar por nuestros derechos y los femicidios que nos acosan hoy en dia. Esta marcha masiva fue la reacción a una gota que rebalsó el vaso o más bien, la muerte de Lucía Pérez, quien fue drogada, violada y empalada a los 16 años. Todos somos parte de algo mayor, un pequeño grano de arena que termina formando algo más grande.
Esta fue la idea que inspiró a más de 50 organizaciones, entre las que se incluye #NiUnaMenos, a realizar el paro nacional de mujeres. Estas propusieron que entre las 13 y las 14 horas todas las mujeres cortaran con sus actividades y salieran a las calles para demostrar que “Si mi vida no vale, que produzcan sin mí”. Porque esa es la realidad, ¡sin las mujeres el país no produce, no funciona, no avanza! Desde ya, la convocatoria me asombró. A pesar de la lluvia y los truenos, millones de mujeres salieron a demostrar que son más que cocineras o secretarias y que por sobre todo, somos personas que deberían tener los mismos derechos y oportunidades que cualquier hombre. Durante este dia escuché muchas críticas, gente que decía que este paro no iba a servir para nada porque a los dos días todos se iban a olvidar. A mí me gusta ser un poco más optimista y pensar que no va a ser así. El pasado miércoles se demostró la importancia que tienen nuestra ideas y nuestro trabajo nos solo para que un hogar funcione en armonía, sino que para que un país continúe creciendo. Somos muy afortunados que en Argentina pudimos tener a una presidente mujer (sacando de lado las opiniones políticas) representándonos internacionalmente durante 8 años, y no todas los países pueden decir lo mismo. Es verdad, todavía hay mucho cambio por hacer y los hombres no solo nos deben muchas disculpas y deben seguir abriendo los ojos, sino que también es hora de que todas las mujeres se empiezan a levantar y enfrentar en contra de lo que no les gusta.
  Parte del cambio comienza con la educación. A pesar de no haber salido a la calle, el colegio nos abrió la puerta a que todos nos expresemos y se desataron varios debates muy interesantes que nos mostraron cómo es que la sociedad tiene una vista machista de su alrededor. Cosas que ni inclusive yo había detectado, como el micromachismo, se me hicieron claras. Mis propios compañeros explicaban que para ellos las mujeres y los hombres corren el mismo riesgo al salir a la calle con el celular en la mano, porque ambos pueden sufrir un robo, como si las mujeres, a su vez, no tuvieran que preocuparse por no ser violadas. Estos debates fueron los que me llevaron a escuchar las típicas voces que normalmente escucho, que se preocupan por la igualdad, pero también pude escuchar otras voces nuevas, que impulsadas por la gran magnitud de la movilización, expresaron todo lo que sentían a través de unos posters que terminaron decorando nuestro colegio.
  Sin importar la gran convocatoria, la represión a nuestra libertad de expresión sigue presente. Personalmente, conozco una chica de mí mismo colegio a la que no la dejaron asistir a la marcha por el simple hecho de que sus padres piensan distinto y no solo no comparten su opinión, sino que no la aceptan. Esto instantáneamente me recordó a un comentario de mi profesora de Literatura, “a las mujeres nos enseñan a ser sumisas, a responder a las peticiones de nuestros maridos y a aprender a cuidarnos para no terminar violadas desde muy chiquitas”. Esto me lleva a una película, “La sonrisa de la Mona Lisa”, que muestra cómo a un grupo de jóvenes se les enseña a cómo limitarse al cuidado del hogar, explicándoles que su tiempo no deberían malgastarlo en el estudio, sino que deberían dedicarse exclusivamente a la familia. Irónicamente, a pesar de que la película está situada en los años 50, hoy en día esa sumisión se sigue viendo. Pero a los hombres ¿quién les enseña a no violar, o a no maltratar física y psicológicamente a las mujeres? Nadie, porque siempre es la culpa de las mujeres. A mí me encanta el teatro, y hace dos años tuve la oportunidad de ver una obra increíble llamada Criatura Emocional basada en lo “Monólogos de la vagina” por Eve Ensler. Lo obra estaba compuesta por varios monólogos en los cuales se mostraban mujeres fuertes que luchaban por sus derechos, mostrando, a su vez, a la mujer en distintas fases emocionales de su vida. Uno de los monólogos que más me cautivo fue el de una chica, adolescente como yo, reclamando a los hombres que su pollera corta no le daba el derecho a nadie de acosarla. Y ese es un claro ejemplo de la sociedad de hoy en día. Se nos culpa a las mujeres porque nuestra actitud es incitadora o porque nuestra ropa es provocadora, pero ¿podríamos las mujeres cuestionarles las mismas cosas a los hombres? Esto me lleva a Caperucita Roja.
Con el disfraz de una niña buena, vestida de bordó, para la sociedad de Charles Perrault es la culpa de la propia Caperucita el ser tan bonita la causa de su muerte. Él destaca “y no resulta causa de extrañeza, ver que muchas del lobo son la presa”, como si el lobo no tuviera más opción que comérsela, como si el lobo no pudiera respetar a la niña y dejarla ir, como si le lobo estuviese totalmente justificado por sus acciones mientras que la niña, sin hacer daño alguno, debiese morir ¿? ¿Y esto se enseña en los colegios? Porque nadie entiende que lo único que nos separa es una diferencia física, si en definitiva todos queremos lo mismo, que se cumplan nuestros derechos. Tal y como violan a Caperucita podrían violar a sus madres, que son las que les dieron la vida, o a sus hermanas o a sus hijas. ¿Quién les da el derecho de tocarnos? Porque si yo te toco está mal pero si vos me tocas ¿está justificado? ¿Por qué me tocás si te digo que no? ¿Por qué tocaste a Caperucita si pidió a gritos que la soltaras? ¿Por qué Perrault, en cambio, no escribió un cuento en el que Caperucita se comia al lobo?

  Nos llaman brujas, locas, chifladas y muchos otros nombres más pero que son inapropiados. Yo tengo una palabra más fácil: mujeres. Hay mucho por hacer. La sociedad está recién empezando a reconocernos como lo que somos, y aunque seamos impacientes, yo intento ser positiva y creo que algun dia, en algunos años, nos vamos a despertar y no vamos a tener que tener miedo de usar una pollera corta, o no vamos a tener que esforzarnos el triple para demostrar que sí existimos y que sí podemos pensar, nuestras madres no van a tener que encargarse del hogar y del trabajo todo a la vez, por lo que los hombres se van a dar cuenta que somos iguales y que ellos también pueden colaborar. Mi sueño, aunque es muy ambicioso, es que ellos abran sus ojos y vean que el cambio no solo viene de que nosotras nos pongamos fuertes ante sus agresiones, sino que también debe incluirlos a ellos. Yo solo tengo 16 años y agradezco haber nacido en una sociedad que ya está empezando a cambiar su manera de mirar el mundo, pero me parece muy absurdo tener que estar reclamando que me miren y me escuchen cada día, porque  a veces tengo que gritar y pararme y gritar más fuerte, porque si no, no se me escucha. Para que no haya ninguna otra Lucía Pérez, para que Caperucita no siga siendo comida por el lobo, para que llegue el dia en que se nos respete por lo que somos y por lo que valemos. #vivasnosqueremos #niunamenos

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