Yo me encontraba solo tratando de olvidar lo que había pasado pero el recuerdo de ese hombre tirado en el piso lleno de sangre, me estaba quemando al cabeza. Todo lo que pasaba a mí alrededor me llevaba a pensar que era un asesino. Por unos días decidí no comer, ni dormir, ni siquiera quería salir de mi propia casa. Me estaba volviendo loco. Después de unos días decidí mandar una carta al periódico para delatarme, solo así la culpa iba a salir de mi mente. La carta empezaba con una simple descripción mía para introducirme al público. Y así empezaba mi confesión: Yo y mi amigo secreto, corrimos hacia la camioneta. Sin hacer un solo ruido nos dirigimos hacia la casa de un señor de 83 años, farmacéutico y con un sobrino, a la que no veía desde hacía muchos años. Este señor, unos días antes había recibido una gran fortuna y ya que era viudo, el podría disfrutar del dinero solo. Yo tenía dos armas y mi amigo secreto (al cual no voy a delatar) un solo bastón. El ...